Las ondas de choque se utilizan en medicina desde 1980. En un principio, el entonces nuevo procedimiento se introdujo para eliminar los cálculos renales y biliares sin cirugía, un objetivo que logró con creces para revolucionar el tratamiento de estas dolencias. El segundo ámbito de aplicación fue el tratamiento de las fracturas óseas que no cicatrizan bien, las denominadas seudoartrosis.
Debido a todos estos éxitos, se investigó cada vez más el efecto de las ondas de choque en el cuerpo humano. Como consecuencia, se descubrió rápidamente que el procedimiento también es adecuado para el tratamiento de numerosas enfermedades dolorosas del aparato locomotor. Desde principios de los años noventa, este ámbito de aplicación ha ido ganando importancia y desde entonces ha demostrado su eficacia, entre otras cosas, también en el deporte internacional de élite.
En la actualidad, los médicos utilizan la terapia con ondas de choque para tratar cuadros clínicos ortopédicos frecuentes como los depósitos calcáreos en el hombro, el codo de tenista, la aquilodinia, la tendinitis rotuliana o el espolón calcáneo. Dependiendo de la indicación, se utilizan ondas de choque focales o radiales (o ambas). La terapia con ondas de choque ofrece varias ventajas frente a los métodos de tratamiento convencionales. En primer lugar, no es invasiva, lo que significa que no requiere cirugía y, en consecuencia, se reduce el riesgo de complicaciones y se acorta el tiempo de recuperación del paciente. Además, la terapia con ondas de choque se realiza de forma ambulatoria, lo que evita la hospitalización.
La terapia con ondas de choque ha ganado cada vez más popularidad en los últimos años y es apreciada tanto por médicos como por pacientes. Gracias a sus numerosas ventajas y su eficacia en el tratamiento de diversas enfermedades, la terapia con ondas de choque sigue siendo una opción terapéutica prometedora para el futuro.
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